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Las criptomonedas se están convirtiendo en símbolo generacional

Christine Lagarde, actual presidenta del BCE (Banco Central Europeo), ha hecho llegar a los medios de comunicación una narración en tono informal protagonizada por las criptomonedas. En ella, cuenta que uno de sus dos hijos -sin mencionar cuál- llegó a perder el 60% de sus inversiones en criptomonedas, a pesar de sus advertencias. Seguramente, advertencias personales, además de las ya expresadas contra las criptomonedas públicamente a lo largo de la trayectoria profesional de altos cargos de la abogada y política francesa.

Criptomonedas, símbolo generacional

En Argentina, el pasado domingo el liberal Javier Milei ganó las elecciones presidenciales con una amplia ventaja de doce puntos porcentuales. Según nos hacen llegar los analistas del país y era evidente en los espectaculares mítines del neopolítico argentino, el principal apoyo electoral lo tuvo en los jóvenes. Algo muy importante en una sociedad demográficamente joven. También es conocido el amplio arraigo que tienen las criptomonedas en el país austral, lugar de periódicas y aclamadas visitas de Vitalik Buterin. Como es también conocida la simpatía del recién elegido presidente por las criptomonedas, de manera que varias veces se ha referido a la pertinencia de facilitar su uso.

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Las criptomonedas se están convirtiendo en una especie de símbolo generacional. En algo que identifica a una generación en casi todo el planeta. En un estilo de vida que atrae a los jóvenes. Tal vez como antes lo fueron la música pop o los jeans. Un estilo que los aúna, al mismo tiempo que parece levantar una barrera de distancia con las generaciones anteriores, las de sus padres.

Qué ve el hijo de Lagarde en las criptomonedas

La pregunta, entonces, es qué ven estas nuevas generaciones planetarias en las criptomonedas. Tal vez es lo que se tendría que haber preguntado Lagarde: qué ve su hijo en las criptomonedas, que se salta sus consejos. Mejor esta pregunta que la del por qué no me ha hecho caso, a pesar de sus avisos de que tales instrumentos digitales se encuentran delincuentes y criminales, además de ser un “dinero de mentira”. Como si el dinero que se ha encargado de gestionar en sus distintas instituciones fuera un “dinero de verdad”. Sí, ese dinero del Fondo Monetario Internacional le parece de verdad a la señora Lagarde.

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Ampliando la pregunta, podría convertirse en cómo se representan los jóvenes la actual sociedad para lanzarse fervorosamente en los brazos de las criptomonedas. Seguramente es la primera generación que tiene que cargar con las generaciones siguientes. Según el filósofo alemán Hans Jonas, en su libro El Principio de Responsabilidad y ante fenómenos amenazantes como el cambio climático, ha de dominar una ética que tenga en cuenta las generaciones futuras. Asumir la responsabilidad de las generaciones futuras, que, de esta manera, se convierten en sujetos con derechos, pero, claro está, sin deberes, salvo el de, a su vez, tener en cuenta las generaciones futuras. En todo caso, deberes que no se le pueden exigir, porque todavía no existen.

Alternativas a las criptomonedas

Pues bien, seguramente la generación de jóvenes actuales se pregunta quiénes han pensado en ellos antes, para que tengan que cargar con la responsabilidad de las generaciones futuras. Quiénes han pensado en ellos para dejarles un futuro que se dibuja peor del que vivieron sus padres. En todo caso, con menos expectativas. Ante tal situación, no cabe sorprenderse porque piensen en su presente, en aprovechar las pocas posibilidades que se les presentan.

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Eso que se llamó la revolución juvenil, la de los movimientos pacifistas, el rock & roll y otras demandas y gustos, se mostraba como una juventud antiautoritaria. En ese antiautoritarismo tal vez no haya tanta diferencia con la actual juventud de las criptomonedas. Pero quizá los que no se dan cuenta de la autoridad que imponen, cerrando casi cualquier posibilidad de cambio y futuro, son los que componen la generación de sus padres.

¿Seguir con un dinero emitido por los bancos centrales y, así, encadenar la vida de la gente a una sucesión de crisis financieras? ¿Cuál será la siguiente? ¿Otra vez la deuda? ¿Qué alternativa dan las generaciones de mayores al uso de las criptomonedas? ¿Esperar? ¿Desconfiar? Parece que no están dispuestos a esperar y se agarran a las pocas palancas contra la desesperanza. Eso, aunque se les diga que sean locuras, fraudes o mentiras. Lo otro es pedirles que se conformen con esa desesperanza.

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